Amar en la incertidumbre
Mi esposo y yo llevamos muchos años juntos. Fuimos amigos desde la infancia, luego novios en la adolescencia y en la adultez permanecimos siendo amigos con vidas totalmente distintas y caminos que no se encontraban para nada, pero un día nos volvimos a reencontrar. Descubrimos el amor en un tiempo diferente y distinto, pero desde ese entonces nunca tuvimos la intención de salir de nuestras vidas otra vez, queríamos estar el uno con el otro y de ese amor retoñó una hija.
Nuestra historia está lejos de ser una perfecta. Todos los momentos no fueron felices y nuestras decisiones no siempre fueron las mejores. Vivimos momentos bien unidos y otros en donde cada uno tomó su propio rumbo. En ese propio caminar cada uno valoró lo que el otro daba, crecimos y maduramos. Decidimos mantenernos unidos, reconociendo nuestras imperfecciones y lo que cada uno aportaba a la vida del otro, prometimos nunca restar sino siempre sumar a nuestras vidas. En ese amor creció la seguridad y la capacidad para perdonar y soltar lo que no aportaba. Cada uno aprendió a amarse individualmente y así mismo fortalecimos nuestra familia y nuestro amor. El día llegó donde agradecimos nuestra unión ante Dios y la familia más cercana, esta vez un sí para siempre. Sellamos el compromiso de aquella amistad de años, el haber sido pareja primero, luego padres y ahora esposos. La vida nos brindó la oportunidad de conocer y sentir un amor que se transformaba y construía, que perdonaba y sanaba, pero sobre todo que se fortalecía con los años. Juntos celebrábamos nuestra vidas unidos, a nuestro tiempo y a nuestra manera. Todo estaba en completa armonía, nos sentíamos llenos de amor y seguros.
Un día la vida nos pondría una prueba con la llegaba de un diagnostico difícil de una enfermedad crónica para la cual todavía no se tiene cura y no se puede predecir o saber cuándo o cuanto va a afectar, le llaman la enfermedad de las mil caras. Llegaron temores, pruebas, pérdidas, incertidumbre y el aprender a vivir juntos un día a la vez. Hemos tenido varios períodos bien difíciles de recaídas/brotes de la enfermedad. En el transcurso de la condición se han añadido otros diagnósticos médicos que complican el panorama, poniendo a prueba las metas de ambos y nuestra fortaleza. Cada recaída con el pasar de los años más dura de pasar y de afrentar, dejando secuelas que no borran el pasar y el deterioro con la enfermedad. En este proceso la paciencia, la tolerancia y el amor han sido probados. En ocasiones no me parezco a mí misma por lo que mi cuerpo enfrenta, pero como quiera el amor de mi esposo espera pacientemente, con la confianza que volveré a recuperarme y así ha sido una y otra vez, no importando los daños permanentes.
Reconozco que su delicadeza y su capacidad de amarme para ayudarme con mi dolor físico y emocional es encomiable. Puedo decir con toda seguridad que soy afortunada porque vivimos en un mundo en donde no todo el mundo tiene la bendición de poder contar con su pareja en los momentos más difíciles. Nosotros no celebramos un día de San Valentín como el día especial para celebrar nuestro amor y amistad, tampoco nuestro aniversario de bodas porque realmente aprendimos con la esclerosis múltiple que no tenemos tiempo para perder o desaprovechar. Cada momento es perfecto para un abrazo reparador, para un beso con el corazón y para amarnos con el alma completa. Los regalos materiales no son prioridad, sino los recuerdos y las memorias, una buena película, una comida compartida, un café acompañado de una buena conversación, una lectura de un buen libro, son los detalles juntos, no las cosas, pues lo primero permanece y lo otro desvanece.
Aprovechamos los momentos para querernos y demostrarlo mutuamente porque tenemos claro que lo podremos hacer hasta que la vida así no los permita. El matrimonio o el convivir no se trata de tener una vida de pareja perfecta o bonita para las fotos o las redes sociales es ser verdaderamente felices en la intimidad, donde nadie ve y comparte, donde lo que se dice, se siente y se expresa están en completa armonía. Realmente lo que define el amar es soltar sin miedo, es dar libertad para que la otra persona se desarrolle, crezca y pueda ser feliz por sí mismo. Todo buen amor comienza por nosotros mismos. La gran enseñanza es que juntos descubrimos que el amor es una fuerza potente porque nos puede sostener en momentos difíciles y nos puede nutrir el cuerpo positivamente. No se pierde el tiempo por amar, se pierde cuando no valoramos y cuando destruimos a quien se dice amar, eso no es amor.
El amor incondicional no es egoísta pues aprende a vivir en medio de incertidumbres, disfrutando de la calidad y no de la cantidad de tiempo. Amar sanamente y dejarte amar genuinamente son dos herramientas poderosas que tienes para vivir en medio de las crisis porque el amor verdadero puede y sabe vivir en medio de las perdidas también.
Dedicado a mi mejor amigo y esposo, Rafa.