Metamorfosis
Cuando te diagnostican con una enfermedad crónica sientes que las alas desaparecen para siempre y que jamás volverán a crecer. El alma entra en conflicto entre la aceptación y el querer vivir sin limitaciones, entonces es cuando decides convertirte en una oruga.
En el proceso metamórfico aprendes a ver la belleza en lugares y espacios no conocidos. Se comienza un proceso de verte a ti mismo sin distracciones. La vida comienza a dar giros inusuales que vendrán cargados de aprendizaje y de nuevos caminos por recorrer. El alma permanecerá rota por un periodo y no sabremos precisar por cuanto tiempo será. El miedo arropará por largos ratos y en ocasiones será por espacios intensos, pero luego te dejará respirar para recuperar el aliento.
Poco a poco vemos colores nuevos, líneas que no se veían antes, se va descubriendo la fortaleza para continuar. Se crean espacios para aprender a recargar. Comienzas a apreciar lo bueno, a soltar lo que te estanca y no te deja avanzar. El sentido se agudiza, permitiendo ver claramente quienes nos aman de verdad y jamás volvemos a negociar nuestra paz y calidad de vida.
Aparecen nuevos espacios para crecer, crear y apoyar. Surge el deseo genuino de escuchar y ver a nuestro alrededor, apreciando los detalles, las letras minúsculas, las pausas, las comas y los signos de exclamación. Las dudas, los temores y las interrogantes ya no expresan las líneas de nuestra vida.
Sin percatarnos... llegan las alas, hermosas, fuertes, creadas por nuestro valor y valentía. Entonces decidimos emprender vuelo y mientras estamos en el aire comprendemos que, sin la oruga, no seriamos mariposa. Aprendemos que sin ser la oruga primero jamás lo hubiésemos logrado, ambas cosas tenían que suceder. Entre el cambio y la transformación pasamos por la metamorfosis que hoy nos permite volar alto y sin miedo.